CHG: REPARTO DE REPROCHES OLVIDANDO EL PROBLEMA. RESIGNACIÓN, ¡QUE INGENUIDAD LA NUESTRA!

La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha participado en la Jornada “Sostenibilidad Ambiental en el Regadío” organizada por la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (FENACORE) en Sevilla, exponiendo su política hidráulica a los regantes y presentando el Plan Hidrológico del Guadalquivir y el Plan Hidra, dos iniciativas del Organismo de cuenca para la aplicación de una política hidráulica que responda a criterios de responsabilidad, eficacia y eficiencia.

Recordamos que el Plan Hidrológico de la Cuenca Hidrográfica del Guadalquivir está en manos de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo, tras la presentación de diferentes recursos contra dicho Plan por parte de distintas comunidades de regantes, asociaciones y plataformas.

Dice la sabiduría popular que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.

Se olvidaron en su exposición de la transparencia y de la profesionalidad de los empleados públicos que son los que dan la cara ante los ciudadanos. Pero no olvidaron recalcar que el Plan Hidra establece nuevos criterios de gestión y amplia los recursos personales de la CHG.

Más claro, "agua". Contratación de personal externo: Pliegos de Explotación de Presas y Plan Hidra. 

Todos los empleados públicos, funcionarios y laborales, de ahora y de antes, que de una u otra forma están vinculados e involucrados en la CHG, se reparten los reproches con una maravillosa dialéctica de la discusión inútil. 

Mientras tanto, no nos preocupamos por lo que se nos ha venido encima:

Dice también la sabiduría popular que algo llamado "resolución creativa del problema" tiene un nombre más corto. Se llama "fraude". 

La actual gestión de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir insiste en haber hecho mucho por sus empleados públicos y que tenemos que tener serenidad (más bien quisieron decir, resignación). A la serenidad la tenemos que tener obligados, no nos queda otra, pero los resultados de las "buenas razones" no los vemos. Y los que somos conscientes de la situación nos estamos cansando. La culpa es nuestra. A poco que nos hemos descuidado resulta que somos el chivo expiatorio de toda una caterva de inútiles, vividores, mangantes, políticos semianalfabetos, altos cargos de nombramiento digital, truhanes, pícaros, periodistas ganapanes y economistas de a verlas venir.

Modificar un contrato con cláusulas leoninas (ventajosas para una de las partes), y sin el consentimiento de la otra parte, ¿no es una estafa?, y la estafa… ¿no es un delito..? Y desprestigiar con explícitos descalificativos el trabajo de otra persona ¿no es un concurso ideal de delitos en el que se concitan la calumnia y el delito contra el honor..?  

Cuando no se es jefe, pero se tiene un jefe, ser buen empleado público es saber a veces decir “no” al jefe y asumir el coste de este “no”. El coste para la carrera profesional del empleado público (dificultad de ascender, enemistarse con el jefe, arriesgarse al acoso laboral) y, consecuentemente, para los ingresos mensuales y su calidad de vida.

Decir "no" en situaciones en las que los políticos-gestores les piden a los funcionarios que hagan informes técnicos que apuntalen su “argumentario” político o sus intereses personales o de grupo. Por ejemplo, cuando hay que elegir entre varias ofertas en un concurso publico de adjudicación de contratos con importantes implicaciones económicas. O, por ejemplo, cuando hay que resaltar o esconder determinados datos en una situación de brote a crisis de salud publica con alarma pública y repercusión mediática. Cuando hay que rellenar un acta de inspección. Elegir un sitio u otro para inspeccionar. Hacer o no una propuesta de sanción o un cierre cautelar de una  industria, empresa, sociedad...

En esos momentos es muy importante el ser buen funcionario. En esos momentos la institución te puede colocar en una situación de aparente rebeldía. La rebeldía del que dice “no”: Paradójicamente.

Pues ese “no” no significa que uno es rebelde, sino que uno es simplemente funcionario. Uno sencillamente es empleado público. Un buen funcionario. Un buen empleado público.

Los que gobiernan esta cosa pública a cambio de una buena morterada no son responsables de nada y nos apuntan directamente a nosotros: somos demasiados, hay que ultracongelarnos, somos poco productivos, pero se dedican a la adjudicación de contratos para externalizar nuestras funciones otorgándoselas a trabajadores “por la cara” ninguneando al que ha estado cinco o seis años recluido en su habitación, pálido como un vampiro, con menos vida social que una rata de laboratorio para preparar unas oposiciones monstruosas y de resultado siempre incierto y por fin aprobando frente a tribunales formados por ceñudos señores a los que no se conocía de nada, sin concejal proclive, pariente político, mano protectora, ni favor de amigo. 

Yo no digo "si" para obtener un beneficio personal. Un buen funcionario, un buen empleado público, dice "no". No debo nada a nadie. No tengo que pedir perdón. No me avergüenzo de nada. No me tocó la lotería. No gané el premio gordo en una tómbola.

Está ocurriendo ultimamente y con más frecuencia de lo normal que ciertas personas se oponen a una propuesta solamente porque no han participado en su elaboración o porque fue elaborada por alguien que no es de su agrado.

Qué pena que nos hayan “pillado” tan divididos y sin organizaciones capaces de dar respuesta. Ciertamente, la unidad era nuestra garantía. Vaya error que hemos cometido al haber bajado la guardia ¡Qué ingenuidad la nuestra!. 

Fuente: Recopilación de impresiones de empleados públicos anónimos.